Seguramente hoy, desde cada rincón de la patria, se alzara algún saludo para los maestros en su día, por que no hay lugar de la Argentina donde esos sembradores no hayan llegado con su carga de semillas para que germinen en los pequeños corazones de sus alumnos.
Desde las grandes escuelas de las ciudades, donde a diario deben atender problemas como la violencia, las familias disfuncionales, la discriminación por credo o color y otros tantos problemas de las complejas relaciones que en estos días se dan en las grandes urbes, donde el maestro se ha convertido también psicólogo, psicopedagogo y hasta asistente social, todo por el mismo bajo sueldo que no le alcanza para llegar a fin de mes.
En los pueblos chicos los problemas también abundan, aunque de otro tenor, llegando hasta las escuelas perdidas en el monte santiagueño, en donde ese viejo dicho de “tener vocación” parece quedar corto ante los cuentos de penurias que los docentes deben vivir junto a sus alumnos.
Lugares donde la escuela se ha convertido en la ayuda social que no llega desde las áreas gubernamentales, donde los médicos no llegan y solo el vehiculo del maestro es la única ambulancia, un poco destartalada por los ruinosos caminos que nunca se arreglan, a pedir de los cientos de notas que los hicieron elevar a cuanto puntero político se le cruce.
A veces, en estos lugares, el delgado hilo entre la vida y la muerte pasa por la manos de un maestro que pueda llegar a tiempo con una parturienta al pueblo o con un niño malherido hasta el hospital mas cercano, asumiendo una responsabilidad para la cual el estado no lo preparó y para el cual, mucho menos, le reconoce a la hora de cobrar su sueldo, con descuentos abultados por obra social, la misma que le niega estudios cuando se enferma.
El estrés que viven los docentes en muchos ámbitos, generan serios problemas psicológicos que luego repercuten en la vida familiar y social, sin que desde el estado se hagan cargo de estas situaciones que constituyen verdaderas enfermedades laborales.
En cualquier rincón de la provincia se pueden ver a la vera de las rutas decenas de maestras y maestros haciendo dedo al mediodía o al caer la tarde, ya que gastar en trasporte no les permitiría pagar las cuentas de alimentos y cubrir las necesidades de sus hijos, los que muchas veces son abandonados o mal atendidos por atender los hijos que la profesión les dio…y ellos lo hacen contentos, dichosos de poder ayudar a quienes mas lo necesitan, a quienes formaran como hombres y mujeres de esta patria a la que aman y lo demuestran sin grandes discursos, solo con las acciones cotidianas en el aula y fuera de ella.
Ser docente es una bendición, ya que los ha convertido en formadores de quienes mañana dirigirán la patria, pero es a la vez una pesada carga que el estado obliga a llevar a quienes deberían ser mejor considerados…y sin embargo no son reconocidos.
Los docentes son trabajadores, reconocidos en los discursos oficiales, pero duramente sancionados por esos mismos discursantes, cuando ejercen el elemental derecho de reclamar por mejoras, convirtiéndolos en centro de una incomprensible variante de ajuste, que se profundiza mas a la hora de jubilarse, cuando deben vivir con sueldos miserables, fruto de los bajos sueldos basicos que percibieron durante toda su vida laboral.
En este día, tengan todos los maestros dorenses, santiagueños y argentinos, el mejor de los días, disfrutándolo junto a esa familia que muchas veces queda en segundo plano, en el afán de desempeñar con dignidad y responsabilidad el mandato de “educar al soberano”. ¡¡¡ FELIZ DIA MAESTROS !!!
Desde las grandes escuelas de las ciudades, donde a diario deben atender problemas como la violencia, las familias disfuncionales, la discriminación por credo o color y otros tantos problemas de las complejas relaciones que en estos días se dan en las grandes urbes, donde el maestro se ha convertido también psicólogo, psicopedagogo y hasta asistente social, todo por el mismo bajo sueldo que no le alcanza para llegar a fin de mes.
En los pueblos chicos los problemas también abundan, aunque de otro tenor, llegando hasta las escuelas perdidas en el monte santiagueño, en donde ese viejo dicho de “tener vocación” parece quedar corto ante los cuentos de penurias que los docentes deben vivir junto a sus alumnos.
Lugares donde la escuela se ha convertido en la ayuda social que no llega desde las áreas gubernamentales, donde los médicos no llegan y solo el vehiculo del maestro es la única ambulancia, un poco destartalada por los ruinosos caminos que nunca se arreglan, a pedir de los cientos de notas que los hicieron elevar a cuanto puntero político se le cruce.
A veces, en estos lugares, el delgado hilo entre la vida y la muerte pasa por la manos de un maestro que pueda llegar a tiempo con una parturienta al pueblo o con un niño malherido hasta el hospital mas cercano, asumiendo una responsabilidad para la cual el estado no lo preparó y para el cual, mucho menos, le reconoce a la hora de cobrar su sueldo, con descuentos abultados por obra social, la misma que le niega estudios cuando se enferma.
El estrés que viven los docentes en muchos ámbitos, generan serios problemas psicológicos que luego repercuten en la vida familiar y social, sin que desde el estado se hagan cargo de estas situaciones que constituyen verdaderas enfermedades laborales.
En cualquier rincón de la provincia se pueden ver a la vera de las rutas decenas de maestras y maestros haciendo dedo al mediodía o al caer la tarde, ya que gastar en trasporte no les permitiría pagar las cuentas de alimentos y cubrir las necesidades de sus hijos, los que muchas veces son abandonados o mal atendidos por atender los hijos que la profesión les dio…y ellos lo hacen contentos, dichosos de poder ayudar a quienes mas lo necesitan, a quienes formaran como hombres y mujeres de esta patria a la que aman y lo demuestran sin grandes discursos, solo con las acciones cotidianas en el aula y fuera de ella.
Ser docente es una bendición, ya que los ha convertido en formadores de quienes mañana dirigirán la patria, pero es a la vez una pesada carga que el estado obliga a llevar a quienes deberían ser mejor considerados…y sin embargo no son reconocidos.
Los docentes son trabajadores, reconocidos en los discursos oficiales, pero duramente sancionados por esos mismos discursantes, cuando ejercen el elemental derecho de reclamar por mejoras, convirtiéndolos en centro de una incomprensible variante de ajuste, que se profundiza mas a la hora de jubilarse, cuando deben vivir con sueldos miserables, fruto de los bajos sueldos basicos que percibieron durante toda su vida laboral.
En este día, tengan todos los maestros dorenses, santiagueños y argentinos, el mejor de los días, disfrutándolo junto a esa familia que muchas veces queda en segundo plano, en el afán de desempeñar con dignidad y responsabilidad el mandato de “educar al soberano”. ¡¡¡ FELIZ DIA MAESTROS !!!